27 de enero de 2010

Proyectar


Una actitud, en palabras de Katz (1967), es una predisposición del individuo a evaluar algún símbolo, objeto o aspecto de su mundo de una forma favorable o desfavorable. De esta manera podemos tener una actitud favorable o desfavorable al hecho de que Karmele Marchante haya sido eliminada de la carrera hacia eurovisión. Pero las actitudes no se miden en términos absolutos ya que no sólo implican valencia (+/-), sino también intensidad.
De hecho, aunque el ser humano busca siempre la coherencia actitudinal (y pocas veces la encuentra) pueden convivir con actitudes que, si bien no tienen por que ser contradictorias, pueden entrar en contradicción. A un individuo puede no haberle gustado la acción de televisión española en el caso de Karmele Marchante, pero no ser un gran ferviente admirador de la susodicha. En otro orden de cosas, uno podría estar en contra del aborto pero no censurar o rechazar a una amiga que ha decidido abortar.
El caso es que es importante tener en cuenta que las actitudes cumplen distintas funciones para las personas. Sirven para conseguir refuerzos o castigos, como cuando mostramos una opinión favorable a la conducta de nuestro jefe esperando ganar sus favores. Poseen una función expresiva de valores, a modo de tarjeta de presentación, ya que si muestro, por ejemplo, mi acuerdo con la equidad entre hombres y mujeres estoy informando sobre mis valores, a no ser que lo haga por congraciamiento. Cumplen también una función de conocimiento en la medida en que si sé que mis ideas son adecuadas en un determinado contexto, esto me producirá bienestar.
Pero entre sus funciones la más curiosa e interesante es aquella que contribuye a salvaguardar nuestra autoestima: la función defensiva del yo. Con este mecanismo nos sentimos más satisfechos de nosotros mismos proyectando en otros nuestros propios problemas personales. Esta última función, de orientación psicoanalítica, nos lleva a proyectar la propia frustración sobre los otros cuando nuestra autoestima se ve amenazada. De forma que localizamos en el otro sentimientos y deseos que no reconocemos o rechazamos en nosotros mismos. Aquí cabría la máxima de que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero no nos culpemos por ello, nuestras actitudes son el fruto de un largo proceso de socialización y, por ello, son difíciles de cambiar aunque no imposibles. Ante la proyección de los demás, no viene mal la indiferencia como receta. De nuestra proyección hacia los otros, algo de honestidad no haría daño.
Hoy leía la columna que Manuel Vicent escribió el domingo en El País y que titulaba "Lágrimas". Preciosa reflexión sobre la actitud ante la vida de los niños haitianos y de tantos otros en diversos países. Nos cuenta en su columna, Manuel Vicent, como estos niños no han desarrollado un llanto social. Ese llanto que, a través de sonidos, énfasis y tonos variables, tratan de llamar la atención de los otros en busca de ayuda. Los niños haitianos solo tienen lágrimas pero no lloran porque han aprendido que tras su llanto no se producirá la ayuda o el cariño. Podríamos añadir que los niños haitianos tampoco proyectan porque aunque puedan culpar a otros de lo que sucede en su entorno, saben que esto no solucionará su problema.

26 de enero de 2010

Sin título II



SOLEDAD. . .

Hoy no he vuelto a nacer, he muerto. Mi vida se ha acabado, mis ilusiones, mis sueños han dejado de existir. Ya no existo, me pueden ver, pero no soy nadie. Mi consciencia ha dado su último latido, se ha sumido en una mar de indiferencia para dejar paso a la desolación. El diagnóstico fue claro: "la silla". He perdido todo aquello que anhelaba, lo que más deseaba, y a cambio recibo una silla. Con ruedas pero, al fin y al cabo, cuatro hierros en los que me veré postrado durante todo lo que me queda de vida. Si pudiera elegir, probablemente elegiría la muerte, al fin y al cabo estoy muerto. Ya no podré realizar mi tesis (acaso alguien en su sano juicio se atrevería a ir a Africa con silla de ruedas), pues claro que no, un inválido no sirve para nada. Es un muerto en vida relegado a estar en una inútil silla, tan inútil como el que va encima de ella.
Me sentía solo cuando Ana me abandonó, porque es ahora cuando entiendo que me abandonó por otro. Menos mal que fue antes y no ahora, puesto que es más reconfortante pensar que me abandonó cuando estaba bien y no cuando no soy nadie.
¡Malditas piernas!, me han fallado injustamente, su ausencia ha destrozado mi vida, y ahora, ¡qué "cojones" hago yo!. Estoy cansado, muy cansado, me miro en el espejo y no me reconozco; mis ojos son tristes, y temo no poder hacer que se tornen felices. . . El médico lo dejó claro: ha sufrido una lesión en la médula espinal, a nivel dorsolumbar, que le ha acarreado una parálisis de sus miembros inferiores a partir del inicio de los muslos. Yo lo entendí así: pasarás el resto de tu vida en una silla de ruedas, completamente sólo, perdido en algún sitio, sin nada que hacer más que estorbar.
Me prometieron ayuda, me alentaron sobre mi nueva situación. Me dijeron que ahora era normal pasarlo mal y que tardaría un tiempo en darme cuenta de que mi vida no cambiaría demasiado si yo no quería, si seguía adelante y luchaba; pero ¿qué sabrán ellos?. Los médicos intentan ver el lado positivo a las cosas desde su posición erecta. ¿Qué sabrán? Nunca han estado postrados en una silla de ruedas. . .
El encuentro con mi familia fue algo extraño y subido de tono, ellos ya me habían visto cuando me encontraba en la unidad de cuidados intensivos, pero yo me negaba a verlos, no quería que me vieran de esa forma. Esperaba que algo solucionase mi estado para bien o para mal, y de esa forma no tener que verlos. El encuentro fue dramático, ellos intentaban contener su emoción, mientras yo permanecía indiferente, derrotado ante la vida. La ruptura de aquella nueva vida que quería comenzar.
Aún tenía que permanecer unas semanas en el hospital para recibir el alta e iniciar la fisioterapia, algo que desde mi punto de vista era inútil, pues no solucionaría mi mayor problema: la silla. Aunque claro, para llegar a tener más o menos autonomía, tenía que pasar por ello. Durante el tiempo que pasé en el hospital, Ana no apareció. Sabía lo que había pasado, pero por alguna razón no vino a verme. Mi estancia en el hospital la aproveché, con mi rabia y mi dolor, para contar a todos que Ana y yo lo habíamos dejado. Aproveché para atacarla, descargué mis últimas energías en hacer daño a alguien a quien quería, para que ella también pasara por algo parecido a lo que a mí me ocurría, sin pararme a pensar ni tan siquiera en las repercusiones que me traería. Quizás por ello Ana no vino a verme, o quizás fue por miedo a ver mi estado, a encontrarme paralítico y a rechazarme más de lo que ya hacía.

Continuará.

20 de enero de 2010

Pensar por pensar 2.0


Casi de forma diaria recibo en mi correo alertas de la publicación de nuevos números de las revistas psicológicas a las que estoy suscrito. Entre estas alertas me topé con un sugerente artículo titulado “The Concept of Love in Spain” (Psychology in Spain, volumen 13, número 1, 2009). En dicho artículo, sus cinco autoras realizan un estudio descriptivo sobre el tipo de amor que prefieren los españoles y las españolas. Podría cuestionar la necesidad de tal artículo, por muchos motivos, pero dado que las autoras tienen en mente relacionar los tipos de amor con la violencia de género en las relaciones de pareja, no tengo más que esperar antes de criticar.
El amor, siguiendo la clasificación expuesta en el citado artículo, ha sido clasificado en 6 tipos. Eros o amor romántico/pasional caracterizado por una irresistible pasión, fuerte atracción física e intensa actividad sexual. Ludus o amor lúdico caracterizado por las interacciones casuales, con unas bajas expectativas de futuro y la evitación de la intimidad y la intensidad. Storge o amor basado en la amistad caracterizado por un compromiso a largo plazo que se desarrolla de forma lenta y prudente. Pragma o amor pragmático, una mezcla de ludus y storge basada en la continua búsqueda de la pareja ideal. Mania o amor posesivo caracterizado por la intensidad pero también por los celos y la falta de comunicación. Y por último, Agape o amor altruista, mezcla de Eros y Storge, caracterizado por anteponer el beneficio del otro al propio. Los resultados del estudio realizado con 1351 personas concluyen que los estilos de amor más aceptados en España, de acuerdo al orden de preferencia, son Eros, Agape, Pragma y Storge. En el caso de los hombres se prefiere Eros seguido de Agape y en el caso de las mujeres Pragma seguido de Ludus.
No es fácil llegar a conclusiones con estos datos. Ni siquiera las autoras lo hacen y muchos menos establecen una relación con ese viejo problema ya planteado. Esto me hace pensar dos cosas: 1) no han obtenido los resultados esperados y 2) no habían medido dicha relación sino que sólo expresaban su posibilidad. En realidad todo ello da igual ya que el artículo solo vuelve a poner en evidencia viejos problemas que acechan a la investigación psicológica y al modelo universitario de producción de conocimientos.
El caso es que las autoras olvidan una importante cuestión en relación con el amor: la dificultad de medir un concepto tan complejo que se enriquece más de la variabilidad individual con que cada persona lo vive que con sus conceptualización científica. Agradecería, entonces, un ejercicio de sinceridad por parte de estas reconocidas investigadoras, pero también me gustaría conocer cuál es su propio concepto de amor. Y es que, conociendo a algunas de ellas, les diría aquello que la sabiduría popular se encarga de recordarnos: del dicho al hecho hay mucho trecho.
Y es que el amor no se habla, se hace, ya lo dijo Carmen Alcaide comentando la relación de dos grandes hermanos que no se tocan pero que supuestamente se prodigaban amor. Quizás estos dos personajes quieran reproducir esa otra historia de amor reflejada en la magnífica película El secreto de sus ojos (Argentina, 2009). En ella Campanella nos presenta un thriller acompañado de una historia de amor que parece no llegar nunca a producirse porque sus protagonistas ni siquiera se rozan, haciéndonos reflexionar sobre el amor que, como indica su protagonista Ricardo Darín, no ha sufrido el deterioro de la rutina porque no pudo ser. Esta idea que puede ser romántica no es por ello realista. Desde mi humilde opinión, el amor está para usarlo, con independencia de que luego deba ser reinventado para seguir disfrutándolo, pero usado al fin y al cabo. Y aquí podríamos recordar otra célebre frase, también popular, aquella que decía el roce hace el cariño.

13 de enero de 2010

Sin título I


Hace ahora 10 años que un mes de diciembre gané, con un relato, el primer premio que una asociación de discapacitados viene concediendo desde hace muchos años a aquellos trabajos que persiguen la concienciación social en torno a la discapacidad física. Ayer, por casualidad, buscando otros documentos en unos viejos diskettes me topé con él y pensé: ¿por qué no darle otro lugar?. Aprovechando el blog, voy a colgarlo por entregas. Nunca escribí un título para él y nunca volví a releerlo. Lo pongo aquí, sin cambios, con el único propósito de reubicarlo. Espero que seáis benévolos, tenía 20 años cuando lo escribí. Quizás cuando termine, podamos ponerle un título.
----------------------------------------------------------------------------------------

¡Lo tengo decidido!. Hoy es el primer día de mi nueva vida, y qué mejor que empezarla tomando unas cañas con mis amigos de toda la vida. Sacando palabras entre cada sorbo de cerveza. Recordando viejos momentos, viejas novias. Aquellas chicas que tanto amor nos dieron, y tanto nos hicieron sufrir ("pequeñas brujas").
Y sin embargo Ana sigue en mi cabeza, aquel hormigueo de la primera vez, recorre mi cuerpo de nuevo, cuando aparece en mis pensamientos. Lo hemos dejado, aún no sé cómo, ni por qué, pero se acabó. Quizás esté en esa fase en la que no atinas a adivinar si todo ha sido un sueño, o es una realidad tan machacante que cada vez que lo recuerdas tus sienes se contraen y no te dejan ni pensar.
Todo parecía ir bien, pero hace una semana que Ana me llamó para hablar; decía que era urgente, que no podía esperar, y que necesitaba verme ya. Yo, preocupado por su llamada, acudí a su cita tan rápido como me permitió mi velocímetro, y una vez juntos pude observar que tras sus ojos vidriosos se escondía un secreto, la travesura de un niño, el eco de aquello que quería decirme. Ana había mantenido otra relación mientras estabamos juntos, y aunque decía no querer hacerme daño pensaba que el mantener nuestra relación sería aún más doloroso para mí.
No podía dejar de mirarla, odiaba como lloraba, la odiaba a ella por lo que había hecho, pero tampoco podía reprocharle nada. Ella me había dado todo el cariño que tenía; me había regalado su rostro, su mirada, sus palabras de aliento en mis peores momentos. Aquella voz que ahora sonaba distorsionada por el llanto, me había hecho más feliz que mucha otra gente durante largo tiempo. Y yo, ¿qué le había dado?. Distancia quizás. Largos viajes me habían separado de ella durante mucho tiempo, mis estudios me absorbieron durante meses; meses en los que nos veíamos contadas veces.; y sin embargo seguía regalándome su cuerpo, sus caricias. Cuantas veces la tuve sin que yo le diese nada a cambio.
Este último año, mi trabajo de investigación para la tesis me alejo de ella durante tres meses, en los que apenas cruzábamos cuatro palabras por el maldito móvil. Yo estaba tranquilo, puesto que sabía que ella me estaría esperando, y esa comodidad fue la que me venció, no me preocupé por ella........ y ahora se acabo.
La abracé, le di un último beso en la frente, y la apreté fuertemente contra mí, como si la perdiera irremediablemente. Le dije un último "te quiero", y me fui esperando verla pronto y deseándole suerte en su nueva vida. . . .
Por eso empieza hoy mi nueva vida, rodeado de mis viejos amigos, aquellos a los que tanto descuidamos cuando tenemos novia, pero a los que recurrimos cuando nos encontramos solos. Mi familia aún no lo sabe, ha pasado una larga semana y no me he atrevido a decírselo. Me han preguntado por ella, pero tan sólo atiné a decirles que estaba bien, que les daba recuerdos.
Mañana parto para Africa, a realizar un nuevo estudio de campo para mi tesis, y cuando vuelva se lo diré a todos. ¡Cuesta tanto decir algo así tras cuatro años de relación!.
Ni tan siquiera lo saben mis amigos, aquellos que ahora mismo me rodean mientras hacen bromas sobre las tribus que estudio, hasta que consiguen hacerme reír. Piensan que esta reunión es mi despedida hasta que vuelva de Africa, pero me he preocupado en reunirlos porque hoy comienzo esta nueva etapa, en la que los necesito, de una manera egoísta, pero les necesito, y que mejor que comenzar algo nuevo rodeado de tu gente.
Tomamos la última cerveza, y brindamos por nosotros, porque todo en la vida nos vaya como hasta ahora (y cuando esto ocurre no puedo dejar de pensar en Ana), comienzan las despedidas, los abrazos, y prometo verles pronto, en cuanto llegue a Madrid les daré un "toque" para volver a quedar, y en mente tengo lo de contarles lo de Ana.
Intentan convencerme para tomarme una última copa, pero alego tener que conducir, y consigo escaparme. Cojo mi coche, aquel coche azul en el que tan buenos momentos pasé con Ana. Meto la llave en el contacto, y me prometo a mí mismo que no volveré a darle vueltas al tema. Arranco el coche y salgo en dirección a mi casa, con la intención de pasar la última noche en España por una larga temporada. Por la carretera no hay nadie y, mientras recorro la distancia que me separa de la casa de mis padres, recuerdo mentalmente lo que he introducido en la maleta; intentó recordar si he buscado el pasaporte, y si he reunido todo el material necesario para realizar el estudio. Recuerdo que debo coger mi ordenador portátil, y comienzo a sonreír cuando me imagino a mí mismo con él en las manos, sin un sitio donde enchufarlo cuando me encuentre en plena selva. Esta situación me recuerda a ese anuncio de "aspirinas", en el que la chica está haciendo la maleta para irse a su residencia. En mi cabeza se agolpan montones de pensamientos, y entonces unas luces, unas luces cada vez más intensas, y un golpe...

Continuará.

11 de enero de 2010

Pensar por pensar 1.0


Hace unos días tuve noticia, por primera vez, de la crisis 2.0 relacionada con el cierre de algunas páginas como Soitu, Lanetro o adn.es, pero también con una crisis de contenidos en todos los medios de comunicación, desde la televisión a Internet. Rápidamente he ojeado algunos otros blogs que hablan sobre esta supuesta crisis, pero en su mayoría hablan de como la crisis económica está afectando a determinados sectores, en concreto a determinadas páginas web. Sin embargo, la crisis de la que tuve noticia a través de un amigo se refería a la reconversión que el conocimiento (hablo de forma global y genérica) está sufriendo en los propios medios de comunicación.
Los telediarios incluyen imágenes y también noticias narradas por televidentes alejados de la profesión periodística. Internet contiene millones de páginas, como ésta, construidas por usuarios que van dejando su huella gracias a nuestro derecho a la libertad de expresión. Pero Internet no es, al menos siempre, un paraíso para esa libertad de expresión, sino un coladero en el que todo vale. Si bien esta posibilidad global de participación en la red ha posibilitado una mayor pluralidad en la construcción de contenidos, donde muchas veces primaba un único punto de vista o una determinada tendencia política, religiosa o ideológica, lo cierto es que la información ha visto mermada su calidad.
Al viejo “lo han dicho en la tele” se ha unido el ya celebre “lo he leído en la Wikipedia” levantando sonrisas entre aquellos que escuchan como algunos utilizan ambos medios como fuentes fiables. Consecuentemente a todo ello depende de nosotros la selección de la información pues el asegurar contenidos Premium, aquellos elaborados por profesionales, tampoco nos evita la desinformación. ¿Estamos preparados? No lo sé y tampoco sé si es relevante planteárselo. Personalmente me plantearía un viejo problema ligado a los medios de comunicación, pero que quizás se esté viendo acrecentado por esta supuesta crisis: los modelos televisivos que luego encuentran en Internet un lugar para su supervivencia y su visionado constante.
Desconozco la influencia real de los modelos televisivos en el aprendizaje de conductas aunque los postulados del Teoría del Aprendizaje Social nos habla de la posibilidad de que se reproduzca lo observado. Pero sin considerar esa posibilidad de influencia, me preocupa la falta de respeto y educación en programas como Gran Hermano o la imagen que de algunos sectores lanzan programas de cámara en mano, o la poca imaginación de la ficción española que tiene mucho que aprender de otros países.
El caso es que probablemente nada de esto importe. No quiero ser moralista, sino polemista cuando hablo de un tema que, para ser sinceros, desconozco pero del que no me importaría saber más. ¿Alguien me ayuda? Mientras espero me haré con el primer libro, sobre otro fenómeno de masas que me tiene enganchado y me interesa conocer (Faceboom de Juan Faerman) sobre la red social facebook.

9 de enero de 2010

Cambios



Puesto que en estas fechas todo el mundo anda pensando en nuevos propósitos para el año ya comenzado, le he estado dando vueltas a aquello que podría hacer para sumarme a esta especie de histeria colectiva. Lo lógico es sustituir viejos hábitos por otros más saludables. Entre los primeros puestos de mi lista se encuentra la posibilidad de dejar de comprar marcas blancas y apostar por los llamados "valores seguros", pero la influencia de la trilogía del Mercadona (Hacendado, Deliplus y Bosque Verde) es tan fuerte que me será complicado, más aún si considero mi más que dañada economía doméstica. También he pensado dejar de pensar en Belén Esteban y su "cambio" de cara porque la tía me cae mal y no me gusta cuando dice: "¿queréis saber cuales son mis títulos? toda esta gente que me apoya". A pesar de ello, creo que será díficil puesto que mi madre siempre me habla de lo que dice o hace este personajillo. Por último, debería, por salud e imagen social, dejar de comerme los padrastros aunque me es complicado frenar este acto casi reflejo.
Así que, por estos motivos y otros, he decidido dar un pequeño giro "editorial" al blog. El consabido "renovarse o morir" podría aplicarse a este humilde radiografías desde la ventana asi que ya va siendo hora de dejar de hablar de mí en un lenguaje que, ciertamente, comprendo que pueda resultar muy críptico  y apostar por hacer otras radiografías menos personales y más cercanas a ciertas realidades sociales. Este pequeño cambio aligerará la dinámica establecida en los últimos meses en los que casi no he publicado. De esta manera seguiré saciando mi motivación narcisista de seguir escribiendo en un medio como este, ya que no nos engañemos, esto se hace para que te lean, aunque sean poquitos como aquí. Y, junto a ello, daré continuidad al proyecto que, por el momento, he mantenido durante más tiempo ya que me permite hacer algo que me gusta y de paso que no se quede escondido en cualquier cajón.

El caso es que, como si de novedades en la programación se tratase, mi propósito es el de aumentar la perioricidad con la que escribo y dar mi opinión o punto de vista sobre algunas cosas que pueda ver, leer o escuchar. En definitiva, hacer radiografías sociales más que personales y así ejercer sobre el blog un cambio que me motive a escribir y que también motive al lector, aunque sea a los lectores anónimos. Mi propósito no es el de que escribáis más, sino que yo aumente la producción pero ya no como desahogo sobre mis más o menos acentuadas problemáticas personales, sino sobre esas otras realidades que me rodena. Y es que ya lo dijo Paul Èluard "hay otros mundos....pero están en este".

7 de enero de 2010

Yo lo sabía



Pongo el canal 24 horas de televisión española y me topo con uno los habituales reportajes en la línea de los formatos “Mi cámara y yo”. Las imágenes y sonidos que a través de mi nervio óptico llegan a los receptores de mi cerebro, son los minutos finales del metraje sobre un reportaje en torno a la elección de “misses y misters”. Concretamente, el reportaje nos traslada hasta la elección de los que serán Miss Valencia y Mister Córdoba y que representarán a sus respectivas provincias en el certamen nacional de Miss y Mister España.

En el caso de Valencia, conocemos a un grupo de chicas que piden a peluqueros y maquilladoras que oculten algún que otro defectillo y resalten su “belleza” para después desfilar en traje de baño rojo mientras suena “I kissed a girl” (sin comentarios acerca de la elección del tema). Una de las participantes es interrogada sobre aquello que debería tener una “auténtica” Miss Valencia. Ella responde que debería ser una mujer completa. Lo cierto es que no sé a que se refiere con “completa”, quizás a que no le falte alguna parte o quizás su subconsciente apuntaba hacia la célebre frase de la gran Lina Morgan: “soy soltera y entera”. Supongo que la chica se refería a que un cuerpo bonito vaya acompañado de otras cualidades. Después, hábilmente el editor del reportaje evita centrarse en las preguntas hacia las chicas, huyendo del engorroso: ¿y tú qué sabes de Rusia? y pasa al habitual lloro de las perdedoras que siempre dicen esa gran frase: “no, si yo ya lo sabía”. La verdad es que me gustaría que alguna dijera: “no, si yo en realidad quería perder”.

En Córdoba asistimos a un pase previo al concurso en el que se pide a los chicos que se desnuden y, atención, ¡que hagan flexiones! No quiero saber por qué. Después desfilan con estética de boxeador aunque el cámara (supongo que hombre y hetero) se empeña en sacar a una desaforada madre que grita a su hijo (por supuesto, participante): “viva la madre que te parió”. La reportera pregunta a uno de los participantes: “y a ti esto de desnudarte ¿no te parece denigrante?”. Tic tac tic tac ¿qué respondo?....(que demagoga es la reportera pensará el chico)…y al final contesta: “sí, hombre, pero es lo que hay”. Creo que es una buena respuesta, sinceramente. ¿Qué contestarías tú en su lugar? “Sí, de hecho, por conciencia social, ahora mismo dejo el concurso”. Venga, hombre, si estás ahí quieres participar, así que un 10 para el chico. La pena es que no ganase y que si lo hiciese el hijo de esa madre que gritaba lo bueno que estaba su chico. Ahora le grita: “Ves, te lo dije”. Los demás también dicen el consabido: “ya lo sabía”…yo añadiría: “he venido por la comida gratis”.

Doblado en el sofá veo como desfilan los títulos de créditos y no sé si echar de menos la publicidad en televisión española o regodearme en cierta envidia experimentada al ver las imágenes y que ha podido motivar la creación de este post. No lo sé, sólo puedo decir: “no, si yo ya sabía que no era bello”.

6 de enero de 2010

¿Tú les has oído?



Todavía recuerdo la sensación de despertarse la mañana de Reyes y salir corriendo para llamar a mis hermanas y comenzar a desenvolver los paquetes que encerraban los regalos navideños. En mi casa, este día, siempre fue el evento más importante de la Navidad. Nos daba igual la nochebuena y, también, la nochevieja. Siempre hablábamos de lo interesante que sería poder acortar los días que mediaban entre el 1 y el 6 de Enero para poder disfrutar de aquel momento. Los regalos no eran importantes, era más crucial aquel instante en que abierta la puerta que daba entrada al comedor veíamos la montaña de regalos iluminada por la luz matutina.
Dispuestos sobre la mesa y el suelo, encontrábamos tres grandes montones, uno para cada hermano y los devorábamos como después hacíamos con los churros y el café con leche que mi madre nos preparaba. Es verdad que había otro pequeño montón donde se situaban los regalos dirigidos a mis padres, pues ellos también habían mandado su carta a los reyes. Y entonces yo teorizaba con mis hermanas sobre cómo los reyes podían haber introducido los regalos en casa sin que ninguno les oyésemos.
Después conocí el secreto: los reyes eran los hijos (supongo que por aquello de que son los reyes de la casa). Consecuentemente con este descubrimiento, cada noviembre comenzaba a conservar mi paga semanal para poder comprar un regalo tanto a mis hermanas como a mis padres. Y de esta manera se mantenía la ilusión por este día, acentuada ahora por el deseo de sorprenderles con mis pequeños regalos. De hecho, ponía los regalos en mi habitación, diferenciándolos de aquellos otros que esperaban en el comedor, para que mi sorpresa fuera anterior a la otra, a la antigua. Así fue como inicie una historia de éxitos y fracasos en torno a las elecciones que año tras año he venido haciendo y que se ha prolongado hasta la actualidad.
Lo importante es que la ilusión de aquel encuentro con mis hermanas y mis padres se mantuvo intacta por muchos años. Enfundado en la bata que otros reyes trajeron he vuelto a compartir esa reunión anual en torno a montones de regalos, muchos de ellos ciertamente innecesarios desde un punto de vista pragmático, aunque no desde una óptica más sentimental.
Hoy me contaba un alumno que hace años que él regala dinero ya que, incluso los niños, se muestran más contentos que sosteniendo cualquier juguete. Quizás sea tonto o más propio de un pensamiento mágico, pero pienso que se está perdiendo, precisamente eso, la magia y, como consecuencia, la capacidad de sorprender.
Reconozco que el paso de los años ha ido mitigando mi ilusión, aunque los últimos tres años trato de recuperarla porque ahora tenemos una pequeña a la que educar en esa magia. Me pregunto acerca de la importancia de esa mentira social en la que todos participamos y en la necesidad de seguir reproduciéndola porque, más allá de los regalos, del consumismo de estos días, sigue siendo importante que nuestros pequeños crean que casi todo es posible.
¿No debo perder la ilusión? No, supongo que menos ahora, que este año he recibido un regalo que tanto tiempo llevaba esperando. Así que, por qué no seguir acostándose un 5 de Enero esperando que tras la puerta del comedor se encuentre tu deseo o algo que se acerque a él. Y es que, incluso una conversación en torno a una café con churros puede hacerlo más cercano, si se habla de él, claro, ya que sobre lo que se habla, se hace más real.

Feliz Año y Felices Reyes lectores de este pequeñito blog.