1 de septiembre de 2008

Bones

Oculto bajo su ropa se encontraba aquello que últimamente más temía: la realidad de su propio físico. Cuando lo miraba frente al espejo no dejaba de pensar en ese anuncio de la televisión, no recordaba si francesa, en la que una chica veía el reflejo de un cuerpo gordo, comido por la grasa como si de un virus se tratara. El espectador, después, veía que esa imagen estaba en la cabeza de la chica y podía ver que la chica no era gorda sino un pequeño envoltorio par aun esqueleto prominente, mortecino.

Cuando él se miraba en el espejo se veía como ese saco de huesos, como si la carne huyese de él deshabitándolo, buscando otros cuerpos que admiraba. Un día se obsesionaba con las costillas y otro la obsesión se dirigía hacia los puntiagudos huesos que coronaban sus hombros. Cuando parecía convencerse que no era para tanto, aparecían en escena sus delgados brazos y el pellejo que podía recortar de sus codos. No había parte de su cuerpo que escapara al yugo de su fatal juicio, nada en lo que aferrarse para seguir a flote.

Su dieta era estricta, pero no en la selección de alimentos, sino en la enorme cantidad de ellos que creía debía ingerir. A pesar de ello, el hambre era constante, un mensaje continuo que repetía en su cabeza: “algo estás haciendo mal”.

En sus sueños descubría una masa informe con la que podía modelar su cuerpo. No quería una figura de grandes músculos, pero aplicaba la misteriosa masa a sus brazos y éstos ganaban fortaleza, ocultaban sus prominentes venas. La espalda también recibía su ración de arcilla y a su paso desparecían los omoplatos y su contorno se veía ensanchado. Las piernas, antes delgadas, eran convertidas en voluminosas figuras gracias al misterioso componente de la masa y su cuello era tamizado, levantado, robustecido. Sin embargo, la masa con que esculpía su figura se deshacía cuando llegaba la mañana para volver al punto de partida.

Cada día, nuestro curioso personaje emprendía su personal calvario huyendo de las miradas, de su reflejo en los escaparates y de los comentarios acerca de su delgadez. Todo ello le paralizaba, le provocaba pánico. Él, no era consciente de que el problema no se encontraba en su físico sino en la aceptación de éste, en la necesidad de entender que era así y que su corporalidad no era consecuencia de una enfermedad ni tampoco del deseo de adelgazar que algunos le atribuían. El problema residía en que hasta que no tome conciencia del verdadero problema no será capaz de enamorar ni de enamorarse. Probablemente hasta que no acepte cada uno de sus huesos, cada centímetro de su piel, no será capaz de aprovechar sus oportunidades.

5 comentarios:

Cristina dijo...

La percepción es una putada cuando no te ofrece el verdadero reflejo de la realidad y, precisamente por ser percepción, nunca lo suele hacer. Subjetividad pura, más putada todavía cuando es mediada por miedos y anclajes de nuestra propia vida.

Pero siempre hay personas que nos quieren y que pueden liberarnos del yugo de la parcialidad cruel a que nos sometemos. Hacen la labor de nuestros ojos cuando estos son injustos con su dueño y compensan con mayor objetividad los estragos de nuestra autopercepción.

Yo te digo que mientras él evadía los escaparates, mis ojos, adictos a la hermosura, insistían en contemplarlo imantados por las bellas y armoniosas líneas que regalaba con la cadencia de sus movimientos.

La confianza en uno mismo arranca de una mirada más profunda, aquella que nos hace descubrir nuestra alma al desnudo. Yo he sido testigo de la belleza infinita que él escondía en la suya, absolutamente merecedora de enamorar y de ser enamorada.

La Petra de Cuenca dijo...

Que decepción cuando despertamos y todo sigue igual.Descubrimos que ese sueño tan añorado,se ha vuelto a evaporar.Ni siquiera hemos tenido la oportunidad de saber que podríamos sentir si al menos fuera nuestro durante 24 horas.

El día que este personaje despierte y deje atrás todo lo que le hace daño.En ese momento descubrirá su belleza y todo el potencial que tiene.

A partir de ese día se enamorará y podrá enamorar.

el piano huérfano dijo...

Estoy total mente de acuerdo con Cristina, pero tambièn te digo por experiencia que tu te tienes que ver en ti el mejor reflejo, por mas que yo te diga que siento a travéz de las palabras la bella persona que llevas dentro, el reflejo lo tienes que ver tu, confia en ti, date un voto de confianza, hay tanta belleza por descubrir...........

Anónimo dijo...

Mis dotes como escritor son nulas, no destaco por mi legancia literaria ni por mis metaforas y recursos lingüisticos... asi que lo unico que voy a decir es que uno de los manjares mas deliciosos son las COSTILLAS, y que cuando comes unas ricas chuletas, jugosas y "musculosas", pasas mucho más tiempo degustando, chupando e incluso jugando con los huesos... asi que, lo unico que tengo que decir a "ese" personaje es que si no hubiera comprado ya la cena estaría encantado de pasarme todo el dia cenando sus "chuletas" jajajaja

P.D.: Siento tener que ser yo el que traiga un poquito de prosa choni belen estebanera a este blog... jijijiji
P.D.: take care...

Raúl Navarro dijo...

tedebouncafe, me ha encantado que hayas entrado a mi blog, me ha encantado tu prosabelén (como tu dices), pero eso de que no sabes escribir no es cierto. La metáfora de tu post es impresionante y motivante. No podría haber esperado un post mejor que este.
Besos, esperando que el café se haga en algún momento realidad y, por fin, me presentes a tu chico.