1 de octubre de 2008

Made in Japan


Primer Acto

Son las 14:30 horas. La acción se sitúa en la terraza de un bar dónde nuestros protagonistas han decidido comer aprovechando el calor reminiscente del verano. La conversación de esta pareja de amigos aborda temas vinculados a las relaciones personales. Están contentos, incluso nerviosos. Comentan algunas vivencias comunes y comparten inquietudes. Ella pregunta: ¿ya no sientes nada? Él responde: no, aquello ya pasó. Ella comenta: es cierto, cuando el momento pasa, pasa. Se refieren a que hay ocasiones en que lo que uno quería, llega a convertirse en lo que uno ya no quiere. Ahora, la escena se aleja paulatinamente para aquellos que somos observadores y nuestra mirada se pierde en un cielo azul.


Segundo Acto

La acción se traslada a una habitación. Uno de nuestros protagonistas está tumbado sobre su cama, abandonado al sueño. Se desconoce la hora exacta en la que esta escena tiene lugar, pero el alba se encuentra cercana. Tras una extraña pesadilla en la que, llamémosle Alberto, Aldo, Angel, Arsenio o Abel, ha vuelto por unos instantes a la conciencia, la acción nos lleva a una nueva escena onírica. El escenario sería algo así como un comedor estilo japonés. Biombos, tarima, lámparas de papel, una mesita baja con pequeño cuencos y palillos de madera conforman el mobiliario de la estancia. Nuestro protagonista se encuentra arrodillado ante la mesa, vestido con un kimono negro y un extraño símbolo (supone que japonés) a su espalda. Frente a él otra persona. Tan sólo sabemos que no es su amiga, y su sexo es masculino (aunque quizás no sea bueno dejarse llevar por las apariencias). El ocupante del otro lado de la mesa viste un kimono blanco. No podemos ver su espalda, por lo que no sabemos si hay otro símbolo bordando su espalda. Una puerta corredera se abre. Aparece una mujer. No viste kimono, sino una bata de flores y unas zapatillas adornadas por un corazón de Agatha (los sueños son caprichosos). Sirve un té del que los presentes toman un sorbo. No hablan, al menos de momento. Nuestro protagonista no puede desviar su mirada del misterioso hombre de blanco. Éste lo advierte y comienza a acercar su cabeza por encima de la mesa. En este momento, la imagen gira como cuando en una película desean recoger la escena de forma circular. Pequeñas estrellas adornan la escena y una luz blanca cae sobre las cabezas cada vez más unidas. Ambos se funden en un beso. Los labios se rozan fuertemente (se frotan unos contra otros), pero no hay pasión. En ese mismo instante nuestro protagonista rompe el beso. Se separa del hombre con kimono blanco y vuelve a mirarlo, ahora con ternura no con deseo, y le dice: “just let it go”. Desconoce por qué sus palabras han sido emitidas en inglés, supongamos que suena mejor. Ahora la luz se dirige de forma exclusiva hacia el hombre en blanco. Su claridad es tan fuerte que casi no deja ver, ciega a nuestro protagonista. Cuando la luz se apaga, quien inició el beso ha desaparecido dejando una estela plateada. Entonces, Alberto, Aldo, Angel, Arsenio o Abel despierta. Se encuentra a gusto, tranquilo, sonríe y no busca ese cuerpo a su lado.

Tercer Acto

A otra cosa mariposa (nunca mejor dicho).

6 comentarios:

Cristina dijo...

Escenas perfectamente dibujadas e inteligibles incluso para quien desconoce sus códigos, pero para mí, que además los conozco, mucho más.

Los sueños son caprichosos, pero no tanto cuando obedecen a miedos, a deseos o a defensas sensatas, que es casi siempre. En todo caso, lo onírico no es tan aleatorio como a veces pueda parecer y creo que debemos escuchar lo que nos confiesa.

Tú lo dices: a otra cosa mariposa. Que vuele, que vuele… con sus ataques y sus huidas, con sus aproximaciones y sus retiradas, con sus miradas y sus cegueras, con sus placeres y sus decepciones..., que vuele en zigzag como sólo ella lo sabe hacer y tú a observar el cielo azul mientras llegan las nuevas alas que se posarán sólidas y merecedoras en tu preciosa flor.

Besos mil.

La Petra de Cuenca dijo...

Que caprichoso puede llegar a ser el destino.

No paramos de desear algo y sin embargo,cuando menos lo pensamos llega a convertise en lo que uno ya no quiere.

Incluso lo despedimos de nuestros sueños.Porque realmente nos hemos dado cuenta que no nos aporta nada y no era tan interesante como al principio habíamos creído.

Como tú bien dices:a otra cosa mariposa.

Besos.

el piano huérfano dijo...

·Es que a veces los deseos esos deseos con que esperamos con tanta pasión, con tanta agonia, en ese momento tiene que cumplir el deseo ahi esta la magia, si tarde mucho la pasion la luz, parte de la ilusion se va también con el deseo.
Todo es oportuno es su debido tiempo ahi creo esta parte del secreto no crees?

La combinacion entre el deseo, el sueño y la mariposa que pasa a otra cosa...

No conozco los codigos, pero doy de los mios

un beso

Raúl Navarro dijo...

Gracias, como siempre a las tres por ayudarme a volar, por enseñarme a volar y no quedarme estancado en un si sentido. Gracias por formar parte de mi pequeña audiencia, por permitirme expresar mi ideas y mis tormentos.
Hasta la próxima.

el piano huérfano dijo...

Gracias a ti siempre
Por hacernos reflexionar tras leerte
un placer

he venido a visitar a ver si has cambiado de pagina

Anónimo dijo...

Hola, Raúl, soy Juan.

He echado un vistazo a tu blog, y me ha gustado lo que he leído. Yo acabo de abrir uno, pero no para mí, sino para mis alumnos de 2º, para colgar sus trabajos y todo eso, por lo que no va a ser muy interesante en general, aunque creo que a ellos les hará ilusión.
Por cierto, en la entrada de Murakami, el amigo que dices que te lo recomendó ¿soy yo? QUizás suene un poco ególatra, pero es que a mí me gustó el libro, pero no recuerdo si yo te hablé de él o no.
Espero que tu pie esté bien, y tú en general también (es que uno se olvida de preguntar y todo eso, y ahora nos vemos menos, desafortunadamente, y siempre con más gente alrededor).
En fin, ya me iré pasando por aquí. Ah, y si puedes y te acuerdas, mándame por email la receta de la lombarda, que ahora que estoy en plan casi vegetariano, nos viene muy bien.
Juan