Sin embargo, probó un juego mental más: “si en el baño no hay ninguna chica arreglando su maquillaje significa que no tengo que coger ese vuelo”. Dirigió sus pasos hacia el baño y al entrar comprobó que no sólo había una chica retocando su maquillaje, sino que eran dos las que lo hacían. Pensó: “ahora si que no hay escapatoria, tengo que coger ese vuelo”. Mientras lo pensaba se metió en uno de los cubículos del baño. No tenía ganas de mear, bajo la tapa y se sentó sobre la taza. En ese momento la autómata voz, ahora familiar, urgió a los pasajeros del vuelo 42409 con destino a Tokio embarcasen por la puerta 14A.
26 de marzo de 2009
Vuelo 42409
Sin embargo, probó un juego mental más: “si en el baño no hay ninguna chica arreglando su maquillaje significa que no tengo que coger ese vuelo”. Dirigió sus pasos hacia el baño y al entrar comprobó que no sólo había una chica retocando su maquillaje, sino que eran dos las que lo hacían. Pensó: “ahora si que no hay escapatoria, tengo que coger ese vuelo”. Mientras lo pensaba se metió en uno de los cubículos del baño. No tenía ganas de mear, bajo la tapa y se sentó sobre la taza. En ese momento la autómata voz, ahora familiar, urgió a los pasajeros del vuelo 42409 con destino a Tokio embarcasen por la puerta 14A.
16 de marzo de 2009
Un mes, un libro (éste si es el de Marzo)
12 de marzo de 2009
¿Pelo o Cabeza?
Desde mi nueva casa se ven las vías del tren. Casi todas las tardes me siento en mi pequeño simulacro de despacho para trabajar y observo como, a lo lejos, la gente deambula de un sitio para otro, algunos de ellos haciendo parada en Mercadona. Estoy escribiendo desde ese mismo lugar, mirando hacia una vieja plataforma elevada donde hace tiempo no ha parado ningún tren. Esa plataforma es frecuentada, algunas tardes, por dos hombres que comparten unas litronas mientras la luz del atardecer va apagándose poco a poco para dar lugar a la noche. Desde mi escritorio les veo hablar e imagino posibles conversaciones.
- Oye tío. ¿Tú eres pelo o cabeza?-pregunta uno.
- ¿Por qué me preguntas eso?-le replica el otro.
- No sé tío. El otro día mi vieja estaba viendo un capítulo de Rockefeller Plaza y las tías que salen allí decían que los tíos eran pelo o cabeza.
- Tú no me dijiste que ibas a dejar de ver esas cosas. Que no entendías su humor.
- Sí tío, pero mi vieja lo ve todas las semanas y si quiero estar allí me lo tengo que tragar. Además, cuando ves unos cuantos capítulos te empieza a gustar y, no sé, salen tías que están muy buenas.
- No ves más que gilipolleces, pero anda, cuéntamelo.
- Bueno, pues la rubia y la morena que salen dicen que los tíos son pelo o cabeza.
- ¿Y qué quieren decir con eso?
- La verdad es que no lo entendí muy bien. Pero el pelo era un tío muy alto, bastante guapo, vamos que estaba bueno.
- No digas eso de los hombres, tío.
- Tío que estoy comentando, no me lo voy a tirar. Además, igual que sabemos que una tía está buena, también lo sabemos de un tío. Otra cosa es que no lo queramos decir.
- Vale, no me des lecciones morales y sigue…había un tío que estaba muy bueno.
- Y había otro que no estaba bueno pero el tío parecía ingenioso, era como que tenía más cabeza que el otro, menos superficial, pero el tío era un completo gilipollas porque tenía un reloj en forma de tarta.
- ¿Y eso que tiene que ver con la historia?
- Tío, intento explicártelo. Es como que están los tíos atractivos físicamente, que van a la moda, pero que luego no son muy graciosos. Esos son pelo. Y luego están lo cabeza, que no es que sean unos cerebritos pero tienen un toque más gracioso.
- Mira tío, no entiendo nada.
- Yo tampoco, pero me preguntaba si yo era pelo o cabeza.
- Y ¿a qué conclusión has llegado?
- No lo sé, pero resulta que tengo cabeza y tengo pelo, así que supongo que seré ambos y ahora mismo tengo un conflicto de personalidad que no puedo con él.
- Tú lo que tienes es un pedo que no te puedes ni cantear. ¿Te hace otro porro?
- Vale. ¿De qué estábamos hablando?
- Creo que decías que te estabas quedando calvo
- Es verdad tío, sólo me queda cabeza
- Me gustas más así, te encuentro…como dirías tú…más sexy
- ¿Sí?, yo también creo que eres pelo
Cuando apuran las últimas gotas de cerveza vuelvo en mí y me pregunto el por qué de una historia tan rocambolesca. No sé, supongo que lo que uno escribe no siempre tiene por qué tener un sentido, de otra forma no sería divertido. Concebí el blog como una especie de catarsis a través de la que me dejo llevar y, que queréis que os diga, la vida no siempre está llena de grandes historias, sino de pequeñas escenas que te arrancan una sonrisa. Por cierto, la serie 30ROCK es muy buena, al menos me motiva a escribir aunque no sé si es el mejor "leiv motiv". Gracias a Miguel y a Guillermo por haberme conducido hasta ella.
4 de marzo de 2009
No lo sé
Todo empezó muy bien. Buena música y buena compañía de la mano de un amigo que pinchaba en el Noize. Pero lo que parecía una tranquila y divertida velada nocturna se tornó en mal sueño cuando cambiamos de local. Como en la película, un desconocido, algo conocido, se acercó hasta nosotros: -Hola, tu eres Raúl, ¿no? Esa sencilla frase, rica en significados, fue el preludio de un episodio desagradable que, dicho sea de paso, no hubiese sido tal si desde el principio hubiese pronunciado un simple no. Como mi adorada Nothomb dice: “nada resulta menos amable que crear falsas esperanzas. La ambigüedad es la fuente del dolor”. Y así fue, la buena educación no siempre es antesala de una buena conversación o premonición de un encuentro agradable. En ocasiones es mejor parecer seco y ser cortante, que mostrar la ambigüedad de quién no quiere ser mal educado, porque nunca sabes dónde aparecerá tu acosador, tu singular psicópata. Así pues, de una extraña manera, la película de Haneke se volvió real y, por alguna extraña vuelta del destino, los disfrazados acosadores de la película se convirtieron en acosados.
Por desgracia, la psicopatía no es una rareza. Psicópatas son los que tratan de imponer su opinión, los que tratan de vender su opción de vida como correcta, los que te juzgan porque esperas algo distinto a lo que ellos tienen, los que presumen de estilo de vida, los que tratan de dar lecciones morales, los que quieren ser escuchados pero nunca te escuchan, los que juzgan pero no permiten ser juzgados, los que no entienden que un deseo es más violento cuando ignoras qué lo motiva, y lo más importante, los que nunca saben decir “no lo sé”, y presumen de tener respuestas para todo.
Hoy, psicópata mío, voy a hacerte feliz, no seré ambiguo, voy a decirte que no. No sé lo que quiero, no he descubierto mi camino y, aunque te pese, eso es bueno.