12 de julio de 2010

Marea Roja

El Mundial, la Eurocopa y otras competiciones donde la selección participa nada tienen que ver con el hecho de que te guste o no te guste el fútbol. A mí nunca me gustó y creo que nunca me gustará pero siempre he disfrutado, sufrido también, con los partidos de la roja. Y es que, la victoria de España trasciende lo meramente deportivo y se convierte en una cuestión principalmente identitaria. 
Cierto es que como espectadores no hemos arriesgado en el campo como lo han hecho los jugadores, pero hemos puesto nuestra ilusión, nuestra fuerza y alegría en cada una de los partidos jugados por la selección española. La roja, por tanto, eramos todos. También formaban parte de la roja quienes en facebook se unieron al grupo "la roja me la trae floja" pues incluso con esa acción daban a entender que algo sentían por la selección y estoy seguro de que muchos han celebrado con gusto la victoria de nuestro país. No se trata de seguir a la masa, de verse arrastrado por una marea roja que muchos verán desprovista de inteligencia, sentido y sensibilidad. Se trata de dejarse llevar por una marea que entiende que lo conseguido ayer es una victoria simbólica en un país cuya autoestima política, económica y social está hundida. Puede que tener la copa del mundo y una estrella sobre la camiseta de la selección sea pan para hoy y hambre para mañana, pero por unos días la selección nos ha hecho ver que la España que algunos se empeñan en ver rota y carente de identidad no existe. La victoria de España no nos ha unido, tan sólo ha permitido volver a ver ese sentimiento latente que siempre ha acompañado a los españoles, el compartir una cultura, unas costumbres y un estilo de vida que nada tiene que envidiar a otros países más desarrollados, aunque sean muchas las cosas que tengamos que arreglar. 
El que escribe esto lo hace, sin duda, llevado por el entusiasmo de saber que pertenece a ese lugar del que, a pesar de estar en otro sitio, sigue estando orgulloso. Alguien que sabe que es importante pertenecer a algún lugar y que comparte la alegría de nuestros deportistas. 
Ayer, cuando Iniesta marcó el único tanto del partido, el mundo se paró durante los minutos que restaron hasta el final del encuentro y en ese instante volvimos a creer que todo era posible. Hoy no sólo celebrarnos la victoria, sino lo que ya sabíamos, que la ilusión y las ganas mueven montañas. Un planteamiento probablemente ingenuo pero del que muchas veces nos olvidamos incluso cuando sabemos que lo necesitamos. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayer, cuando veíamos el partido en Málaga pensábamos que además lo estábamos haciendo... ¡en una plaza de toros!

Pocas cosas unen tanto como una Selección Nacional y pocas veces se han exhibido tantas banderas y tantos símbolos con tan pocos complejos y prejuicios.

Esta victoria sirve para reforzar la autoestima de un país que muchos han visto desmembrado en no pocas ocasiones. Hoy seguimos con los mismos problemas, la misma crisis y la misma hipoteca pero se ve, se siente que todo el mundo está algo, al menos un poquito, contento.

A mí sólo me falta coger un avión el viernes para completarlo! :)

La Petra de Cuenca dijo...

Estos jugadores han hecho historia y por tanto se merecen todo el respeto independientemente de que te guste o no el fútbol.Me alegro de su victoria y de todo lo que han conseguido.Pues gracias a ellos durante ese partido vivimos un sueño que no sabemos si se volverá a repetir.

Muchos besos.

Cristina dijo...

No podías describirlo mejor, yo misma me he estado preguntando cómo era posible que un deporte que normalmente me era más que indiferente, en estos días me haya llevado al borde del infarto y a una montaña rusa de sensaciones y alegrías. Y es que es difícil escapar del pellizco emocional que nos causa la identidad con el grupo de pertenencia, algo que, de forma desapercibida, se va instalando desde niños en nuestro subconsciente más profundo y que en días como el de ayer nos permitió saborear la felicidad más instintiva. Aunque sólo sea por estos raticos, bien lo vale!!!,
Por muy ingenuo que suene, yo espero que la ilusión y las ganas sigan siempre moviendo montañas.
Un abrazo enorme desde esta tierra que te espera junto a los que te queremos.
PD. Muchas gracias por el regalito, me encantó todo y la moda londinense le queda chulísima a mi niña.