5 de septiembre de 2010

Mi derecho a la pereza

Siempre me dio mucha pereza el inicio del curso académico y ha continuado siendo así hasta el momento. Creí que esta sensación acabaría una vez que abandonara mi proceso formativo, pero en lugar de mejorar ha ido empeorando con los años. Me comentaban el otro día que un estudio realizado en España señalaba que a las personas entre los 30 y los 40 años nos es más difícil volver a la rutina después de un periodo vacacional. No hablaban de la vuelta al trabajo pues, desafortunadamente, muchos no lo tendrán. Hablaban, por lo visto, de volver al ritmo cotidiano que irá marcando la letanía de un verano casi terminado y el comienzo de un otoño que se promete lluvioso. En mi caso, debido a los designios del “Bolonia” el curso académico comienza este año más pronto que nunca y la pereza ya se ha instalado en mi cabeza. Supongo que tengo derecho a ella, ya lo dijo Lafargue, pero que tenga derecho no me hace sentir mejor. Estoy como esos niños que lloran desconsolados frente a la puerta del colegio el primer día de regreso a aquel sitio que les ha sido ajeno durante meses y que, en muchos casos, alimenta unas cuantas pesadillas. No pataleo porque me da vergüenza y prometo no levantarme con fiebre para evitar tan terrible evento. Mi consuelo viene de la mano de ese estudio al que hacía referencia. Ya lo dijeron: “mal de muchos, consuelo de tontos”. El caso es que no he encontrado a ningún otro tonto a mí alrededor al que le pase lo mismo, al menos en el grado en que a mí me ocurre. Por el contrario, hablo con personas muy motivadas con lo que parece que vendrá en los próximos meses. Supongo que eso debería animarme a mí pero he llegado a la conclusión de que mis “neuronas espejo”, para ese asunto, no funcionan como deberían. Ya sabía de ellas por algunas publicaciones científicas y por los estudiantes que en algunas clases me preguntaron sobre su funcionamiento. Ya se sabe que, en contra la creencia generaliza, uno siempre tiene que “estar al día” en su trabajo. El caso es que ayer vi el programa Redes dirigido por Punset acerca de estas neuronas y de forma muy ilustrativa entendí su influencia en nuestros mecanismos de imitación y, por ende, comprendí por qué me asusto tanto con las películas de miedo pero no por qué sigo viéndolas. Aunque del programa destacaría las magnificas explicaciones de Marco Lacoboni a las insidiosas preguntas de Punset, creo que me di cuenta que algo fallaba en mis neuronas espejo cuando pensaba en los meses venideros. Supongo que, como Punset siempre aprovecha para decir, la felicidad es el estado que mejor va con nuestra salud. Sin embargo, por mucho que lo intento, no puedo fingir que me siento feliz ante la vuelta al cole. Mañana lo intentaré, lo prometo. Entre tanto, hago uso de mi derecho a la pereza. 

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con el estudio volver a la realidad cuesta una barbaridad.Por tanto creo que somos más los que nos da pereza volver a la rutina que los que están deseosos de hacer tantas cosas.Prefiero vivir el día a día y ni pensar en que pasará mañana.

Haces muy bien en hacer uso de tu pereza.

Besos.

La Petra de Cuenca

Cristina dijo...

Se habla tanto del síndrome postvacacional, que ya no se si es un invento chino de nuestra sociedad o simplemente una reacción normal ante el retorno y los reajustes que necesitamos realizar para volver a encender el motor. En todo caso, tú más que nadie tienes todo el derecho del mundo a disfrutar de la pereza y de un tiempo extra para regresar, porque aunque tu cuerpo volvió hace más de un mes, tu mente seguirá un poco elevada por otras tierras, de más aquí y más allí. Demasiadas disociaciones, querido amigo mío, como para salvarlas en dos días, así que tómate tu tiempo.
Por mi parte, la verdad es que yo intento ponerle ganas, pero se me diluyen en cuanto me siento en la silla azul o me tropiezo con algunas caras y comentarios, aún así espero que esa pequeñuela que llena mi vida me ponga de una los pies en la realidad, y es que estas cositas enanas sí que causan motivación y te obligan a prender motores sin dilación.
A ver si comemos uno de estos días y nos ponemos a punto las neuronas espejo, que ya tengo muchas ganas de volver a reflejar las mías en las tuyas.
Un besazo.

Raúl Navarro dijo...

Petrilla, ya sabes tú que también es necesario pensar aunque de vez en cuando está muy bien lo de dejarse llevar. Y, además, ¡tu no eres nada perezosa!

Cristina, ya tengo muchas ganas de verte y poder charlar y charlar. Quiero ver a la pequeña prontito. Te entiendo con lo de las caras y los comentarios. Pensé que a mi regreso vería las cosas de otra forma pero es imposible cuando siguen en la misma línea. Gracias, como siempre, por tus comentarios.

Besos a ambas.

Anónimo dijo...

Perrea, perrea !

Jesús dijo...

Ya era hora de que me pusiera al día de tu blog, que lo tenía muy abandonado. La semana que viene prometo llamaros y tomarnos unas cañas juntos. Un abrazo, nos vemos.
P.D.: Pero será después de vaquillas, que además no estoy, huyo de ellas como de la peste éste año.

Juan dijo...

Yo tengo una pereza similar a la tuya por las tardes (y para mi blog), pero no por las mañanas, porque para mí el trabajo ha supuesto en cierto modo (quién lo diría) una tabla de salvación en mitad del mar de la convalencencia (metáfora inesperadmente adecuada, pues se está antojando infinita... como el propio mar).
En fin, solo quería decirte que Andrés Barba ha sacado un nuevo, por si querías hacerte con él, ya que estás en una ciudad con decentes librerías (supongo), o a través de los nuevos medios.
Besos

Raúl Navarro dijo...

Juan, yo intento resistirme a la pereza, pero ya sabes que la universidad siempre me la produjo y creo que siempre será así. Soy consciente de que me quejo mucho y no hago nada para remediarlo pero hay cambios que toman su tiempo. Me alegra que el trabajo te haya supuesto un bálsamo en la recuperación, eso es bueno. Vi el libro de Andrés (voy a tutearlo ahora que Elvira me escribe en facebook) pero me debato entre lo digital o lo tradicional a la vez que todos los libros que tengo (y no he leído) me mirán recelosos ante esas novedades literarias a las que no me puedo resistir. Al final, como sabes, lo compraré. Por cierto que, si en algo puedo ayudar en disipar la pereza de la tarde, estoy por aquí y por donde tu ya sabes. Besos.