19 de octubre de 2010

Lunes

En el momento en que, tras abotonarse la camisa, la tela que cubría su codo se rasgó con un ligero gruñido, supo que aquel lunes no traería nada bueno. Bebió su café con disgusto, con más sueño que cansancio y salió de su casa con más prisas de lo habitual tras haber ganado a la noche media hora más que cualquier otro día. En la escalera de su edificio resbaló y casi cayó al suelo. A pesar de haber conservado el equilibrio su rodilla emitió un pequeño chasquido que le provocó una cojera durante al menos una hora. En las clases, lo de siempre, diversos niveles de interés y motivación que constataban su opinión sobre que aquel que era realmente bueno no necesitaba de la ayuda de un profesor. Si no, como iba a sobrevivir el buen estudiante entre aquella jauría humana. En la sala de profesores el pesado de turno le pedía un cambio de horario por un motivo que ni recuerda y eso le obligó a tratar de recordar por qué coño había aceptado aquel cambio la primera vez. La mañana no mejoró cuando un repentino apagón hizo que todo lo que había estado trabajando en el ordenador de su departamento desapareció por arte de magia cuando la corriente eléctrica regresó. Intentó no pensar en toda esta serie de catastróficas desdichas y decidió comer fuera. Probablemente, los eventos de la mañana hicieran que todo lo viese de forma negativa. La sopa estaba fría. El pollo seco. El postre insípido.  Decidió que lo mejor sería regresar a casa, bajar las persianas y dormir mientras aquel lunes se convertía en martes. Le despertó el sonido del timbre. Mareado y desorientado se acercó hasta la puerta y miró por la mirilla para saber quién apretaba el timbre con tanta insistencia. Al otro lado de la puerta dos policías esperaban impacientemente. ¡Abra, sabemos que está ahí!, gritó uno de los policías. La cuestión entonces no era si abrir o no, si no cómo deshacerse de lo que escondía en el congelador. Desde el momento en que oyó su camisa rasgarse supo que aquel día no le traería nada bueno. 

5 comentarios:

Cristina dijo...

Sigue, sigue, que me dejas en ascuas...Pensaba reconocer todo lo que estaba pasando en el post hasta el final en que me he quedado perdidita, pero qué hay en el congelador? Espero que continues contando.
Gracias de nuevo, porque siempre consigues que mis lunes grises adquieran un poco de color-calorcito.
Besotes.

Jesús. dijo...

Me tienes en ascuas... Espero que tenga continuación. Un abrazo, nos vemos.

Raúl Navarro dijo...

Ya tenéis la continuación que, a su vez, continuará en un intento, no de hacer algo original, sino distinto a lo que por trabajo hago todos los días.

Besos grandes.

Anónimo dijo...

Hay días en los que uno piensa que mejor ni amaneciera y más cuando hay secretos que si salen a la luz son difíciles de justificar.Pues seguro que el congelador guardaría algo atípico.

Muchos besos.

La Petra de Cuenca.

Anónimo dijo...

Moooooola!
By R.