21 de octubre de 2010

Martes

Ya estaba despierto cuando sonó su despertador. Ponía la alarma por costumbre más que por necesidad. Se levantó y comenzó a ponerse aquella indumentaria verde que le había acompañado desde hace años, antes de que Elena desapareciera de su vida. Sorbió su café mientras miraba por la ventana como la luz de la mañana comenzaba a hacer más nítidos los objetos y pensó que comenzaba otro día de su anodina vida. Sin embargo, él no sabía que un evento inesperado en su habitual recorrido haría de este día algo diferente a lo habitual. Tras preparar el sándwich que tomaría como almuerzo abandonó su casa y en él a su perro. Iron tenía quince años y estaba seguro de que no llegaría hasta finales de año. Condujo hasta las naves donde se encontraba su instrumental de trabajo y una vez allí volvió a las calles, esta vez empujando un carro que portaba dos cubos y un par de escobas. Pensó: allá vamos de nuevo. Después de una horas recorriendo las mismas calles que día tras día barría, su mirada se topó con un objeto, una forma familiar que le hizo pasar del asco al estupor. ¿Quién habrá tirado esto aquí?, se preguntó. Y sin saber por qué deposito aquéllo en su bolsillo pensando que lo que en aquel momento necesitaba era un poco de hielo o, en su defecto, un buen congelador. 

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta claro que cuando menos te lo esperas tu vida puede dar un giro.Independientemente de lo que depositará en su bolsillo seguro que a partir de ese momento nada ya sería igual.

Besos.

La Petra de Cuenca.

Cristina dijo...

¡Pues vaya, ahora sí que me has despitao! Pero eso es señal de tu autenticidad, sólo los buenos consiguen ser imprevisibles.

Sigamos con el proceso de congelación...

Besotes y abrazotes.

Jesús. dijo...

Qué siga, qué siga... Un abrazo, nos vemos.

Anónimo dijo...

Verás que el barrendero y el profesor van a estar relacionaos, jejejeje :P

Anónimo dijo...

Un saludo desde la Apple Store

Anónimo dijo...

Un saludo desde la Apple Store