13 de noviembre de 2008

Pelotas


Muy recientemente, Pelotas había cumplido los 10 años de edad. A pesar de su juventud era un niño bastante avanzado para su edad. Pelotas ya tenía novia: Amapola. Además, Pelotas estaba entre los primeros de su clase. Sus notas siempre eran de 9,25. En matemáticas: 9,25. En Conocimiento del Medio: 9,25. En Educación Física: 9,25. Inglés: 9,25. Podría decirse que era, además, un chico bastante popular y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Sin embargo, Amapola (aunque también su familia) era su prioridad. La quería tanto, tanto, tanto, que nunca tuvo vergüenza de expresar sus sentimientos y mostrar su afecto delante de todos los compañeros de clase. Aunque no siempre fue así.

Por supuesto, Pelotas no era su verdadero nombre, y muy pocos sabían que sus padres habían querido que se llamara Jacobo, como su abuelo. Tampoco muchos sabían por qué ahora todo el mundo le llamaba Pelotas, hasta el punto que tan sólo él, Amapola, sus padres, su abuelo y su abuela sabían que su nombre real era Jacobo. Incluso sus profesores le llamaban Pelotas.

- ¿Por qué le llaman Pelotas?-decía una niña a otra.
- No lo sé-contestaba la niña a la que le habían preguntado- A mí me llaman Olivas, pero es por mi apellido. Quizás se apellida Pelotas.
- No, no se apellida Pelotas. Yo creo que le llaman así porque juega muy bien al fútbol-contestaba otra niña.
- No-decía un niño- Le llaman Pelotas porque en su casa tiene toda una habitación llena de pelotas. Creo que las colecciona.

Todas las niñas y niños del colegio elaboraban extrañas teorías acerca del peculiar nombre. Pero nadie se atrevía a preguntárselo por la admiración que sentían. Querían a Pelotas como si fuera un hermano, y su admiración llegaba al punto de que más que un hermano, era un hermano mayor. También había otros y otras a los que no les hubiese importado ocupar el lugar de Amapola, pero todos y todas sabían que, aunque Pelotas era el chico más abierto de todo el colegio, sólo tenía ojos para su Amapola.
Un buen día, un niño que había llegado nuevo al colegio y que tan sólo tenía 3 años de edad, se acercó decidido hasta Pelotas y le preguntó: - Oye Pelotas, ¿por qué te llamas Pelotas?. Y Pelotas, con su perfecta sonrisa, con su perfecta dicción y su perfecto conocimiento de la lengua (había sacado un 9,25) le desveló el secreto de su nombre.
Lo que le dijo fue lo siguiente: Mi nombre real es Jacobo y no he sido siempre como ahora me ves. Antes no sacaba nada más que un 5 en todos los exámenes. El fútbol no se me daba muy bien y no tenía tantos amigos como ahora tengo. De hecho, los chicos y las chicas cuando me veían me decían: “Jacobo chúpate el codo”. Y algunos me hacían cosa peores que es mejor que no sepas. Lo único que me motivaba para venir al colegio era ver a Amapola, pero nunca antes la había saludado y jamás me creí capaz de tener a mí lado alguien como ella. Un día, mi abuelo Jacobo (aquél por el que me pusieron mi nombre) me vio tan apagado que me preguntó qué me ocurría. Cuando estás mal es mejor compartirlo con alguien, porque eso ayuda, así que le conté todo. Y mi abuelo me dijo: Jacobo, ¡échale pelotas! Un día llegue al colegio, le dije a todos que no me importaba como me llamasen, comencé a esforzarme en todas y cada una de las asignaturas, comencé a participar y disfrutar de los deportes, y lo más importante: le eché pelotas y le dije a Amapola todo lo que sentía. Todo el mundo quedó impresionado, comencé a sacar 9,25 en todas las asignaturas, con entrenamiento me convertí en un gran jugador, y conseguí un beso de Amapola, mi chica. Desde entonces, todos me llaman Pelotas.

Y tú, ¿vas a echarle pelotas o vas a perder tu oportunidad?

8 comentarios:

La Petra de Cuenca dijo...

Cuántas oportunidades podemos perder por no hablar y decir lo que sentimos.

Que pena perder lo que realmente nos importa por no echarle pelotas a la vida y esperar a que los demás decidan por nosotros.

Que tontos podemos llegar a ser.

Muchos Besos.

Cristina dijo...

Pero qué calladico te lo tenías!, menos mal que yo te busco todos los días (y varias veces, por cierto)

Eso es precisamente lo que yo digo siempre, que lo que hay que echarle a la vida son pelotas y dejarse de tanto cucutrás perdiendo el tiempo, los trenes y la chispa. Ya basta de tanta autocompasión, miedos, excusas, problemas rebuscados..., ¡venga, todo dios a tirar p'alante y a sacar nueves-con-veinticincos hasta aburrir!

Me ha encantao, Raúl, ese hilo con que vas atando las cosas, esos toques de humor y sarcasmo, pero conservando la ternura, esos niñitos tan bonicos..., ¡todo! Tú tienes don, te lo digo yo.

Un besote.

alicia dijo...

Me ha encantado volver a leer algo tuyo, de vez en cuando se echa de menos esas historias tuyas.
Yo creo que más que pelotas a la vida hay que echarte gotas de humor y unos buenos cojo... porque sino la vida te vence y tu solo eres un mero participante. La vida en si no es facil y muchas veces nosotros mismos la hacemos más y más dificil, pero siempre hay algo o alguien que nos da pie o nos presta esa ayuda para poder demostrar al resto que somos quienes somos y que nadie ni nada nos puede agotar, y que por supuesto no solo somos capaces de sacar 9,25 sino notas superiores en todo, o no Ra??.
Muchos besos guapo

Raúl Navarro dijo...

Sabéis que cuando inicié este blog mi principal objetivo era el de sacar cosas de mi cabeza, liberarme de ellas como un medio para entenderlas y también para conseguir cierta relajación. Siempre me gustó la idea del "pensadero" de Harry Potter, ese sitio donde Dumbeldore puede desprenderse de ciertos recuerdos, ciertas vivencias que ocupan espacio y también pueden ser dolorosas, pero a las que después puede volver a recurrir. Creo que mi objetivo, en ese sentido, se va cumpliendo. Pero además de ello, he ido ganando vuestra fidelidad como lectoras, cuando no son muchas personas las que tienen mi dirección y supongo que, en ocasiones, no son muchas las ganas de leer. Sin embargo, ahí estáis siempre, ofreciéndome retroalimentación, aconsejando, animando (aunque ciertos pícaros digan que untáis más nocilla que sal). En fin, al menos os pronunciáis y eso para mí tiene mucho valor. Sigamos echando pelotas a la vida y gotas de humor también. Si no hubiese sido por las risas esta semana no sé en que me hubiera convertido.
Besos.

Anónimo dijo...

El auténtico mérito está en llegar exactamente al 9,25. No sólo es bueno sino también exacto y preciso...
En fin, muy bueno ese punto..
Besos ;-)

Anónimo dijo...

No entiendo lo del 9.25, pero el chaval le echó lo que tenia que echarle.
Me gusta como escribes, un cuento sencillo pero que dice mucho.
un saludo.

Raúl Navarro dijo...

I.(u.), siempre en los detalles, es es bueno. Me alegra que te guste. Espero seguir sorprendiéndote proximamente.
Ocram, lo del 9.25 no tiene sentido en realidad, es un recurso que se utiliza mucho en literatura infantil: repetir un hecho que puede ser no signicativo, pero que a los niños llama la atención. Lo hice por darle un aire de historia para niños, aunque claramente dirigida a los adultos. De hecho, creo que el mensaje ha sido recibido, aunque no ha causado el efecto esperado, sino que se ha dejado en manos del azar. Ahora me entenderás menos todavía, pero supongo que he querido seguir mandando un mensaje en esta respuesta también.
En fin, lo que quería decir es que no dejemos las oportunidades en manos del azar, porque quizás éstas no se den.

Gracias, de nuevo, mis lectoras/es.

Anónimo dijo...

Yo creo que aunque no haya hecho su efecto, o lo que tu esperabas, en cierto modo a muchos otros nos ha hecho pensar y darnos cuenta de la importancia que tiene en la vida enfrentar algunos problemas y no buscarle más explicación que la que tiene.A mi me ha servido y más que justo llego cuando necesitaba una dosis de Pelotas... Millones de besos Ra