12 de enero de 2009

Supernena


Hay lugares de trabajo oscuros en los que la oscuridad nada tiene que ver con la iluminación, sino con quienes los frecuentan: los hombres y mujeres marrones. Estos seres, en apariencia cultos y atractivos (nunca bonitos, porque no son buenos y tampoco guapos) llevan una supuesta vida “deseable” para el resto de los mortales. La historia de hoy transcurre en uno de esos oscuros lugares, lleno de seres marrones, en el que tras siete largos años puede que también yo haya llegado a convertirme en uno de ellos.
Nuestra protagonista es una joven inmigrante laboral que llegó al escenario de su historia llevada por la marea que los seres marrones (hábiles manipuladores) provocan a su alrededor bajo el falso barniz de la interdisciplinaridad. Llegó a nosotros con problemas de identidad profesional pero no le costó adaptarse porque todos lo que coexistíamos en ese lugar poseemos una identidad en constante conflicto. La integración allí es otro tema, pues para ello necesitas manejar el lenguaje de los seres marrones y, aunque se trata de un idioma fácil de aprender, se resiste a quien no es dócil, a quien tiene claras sus prioridades y objetivos.
A priori, su trabajo resultaba más que interesante y a la vez complicado: tenía que crear, diseñar aquello que haría atractivo el producto que desde el oscuro lugar se vendiese. Su joven espíritu le llevó a creer que aquél lugar podría dar luz a sus mejores creaciones, pero no tardó en darse cuenta de que los “marrones” aplicaban un duro corsé, obligándote a realizar un trabajo en cadena que poco a poco merma tu ilusión, tu motivación y, ante todo, tu creatividad.
Durante varios años se sometió a esta esclavitud psicológica y fuera de allí siguió creando cosas bonitas, porque ella estaba hecha de cosas bonitas como la supernena que era (ver cabecera de la serie “Las supernenas” para entenderlo). A través de esos años compartimos confidencias y nuestros deseos de abandonar ese lugar tan marrón ante el miedo de convertirnos en uno de ellos. Deseábamos volar, visitar nuevos lugares, conocer nueva gente alejada del modelo que nos vendían como el perfecto. Un día, también yo luché contra las cadenas que nos retenían allí, pero mi desleal espíritu no fue lo suficientemente fuerte como arrojarme al vacío y probar aquello de volar, no me enfrenté a los “marrones”, aunque sabía, como ella misma me decía, que lo que aquí teníamos era “pan para hoy y hambre para mañana”.
Ella ya no está. Se han terminado las mañanas en que, “dormida”, nos daba los buenos días, en que nos ayudaba con los “dichosos papeles” de los congresos, en que mutuamente fingíamos llevarnos mal, y en las que bailábamos en el pasillo esperando que el indiscreto ojo de la cámara nos pillará. Está en un lugar mejor, una enorme ciudad que la hará vibrar, que la hará tener más ganas de crear, que la hará más feliz. Para ti, supernena, es este post y con él mi eterno deseo de que en el viaje que has iniciado puedas por fin volar.

3 comentarios:

Cristina dijo...

Brindo por ella, brindo por ti y por la complicidad que hace que nos entendamos entre líneas. Aunque tú y yo sigamos aquí con una mueca de insatisfacción y de falsa sumisión, siempre nos quedará seguir fantaseando con un mundo a nuestra medida en el que nos abramos paso con sonrisas burlonas e irreverentes entre las miradas detractoras de los marrones.
Pero nunca se sabe, aún estamos a tiempo de dar el salto lejos del marrón y volar, volar, volar…

La Petra de Cuenca dijo...

Nunca es tarde para cumplir nuestros sueños.Piensa que algún día tú tambiém podras volar donde desées.
Espero que en esta nueva etapa a la Supernena la vaya fenomenal.Se merece lo mejor.

Besos.

Anónimo dijo...

Hola Raúl.
No sabes lo que he podido llorar leyendo esto. Muchas gracias por la actualización, es muy bonita.
Además tu no eres nada pero nada marrón, estas hecho de cosas bonitas y lo dejas claro en lo que escribes y como lo haces. Lo de volar requiere preparación, y a ti ya te han crecido las alas, te falta muy poco para despegar.

Eres genial y te echo mucho de menos, no te haces una idea.

Un beso y un abrazo enorme jefe.


aNA