16 de septiembre de 2009

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Una brisa recorre la habitación y provoca que mi piel se torne áspera al experimentar el frío, obligándome por primera vez en cuatro meses a cerrar la ventana. Me cobijo al otro lado del cristal y subo mis pies a la silla, abrazándome a mis rodillas mientras en la radio Sara Bareilles canta “One sweet love”. Atrás quedan ya los días de verano aún cuando el calendario se obstina en convencerme de lo contrario.
He comenzado las clases y el frío de las mañanas me ha obligado a vestir chaqueta. Mis paseos en solitario hacia la universidad son ahora compartidos por los estudiantes de secundaria y sus coloridas mochilas. Las tardes han acortado su duración dejando paso a una, cada vez más, madrugadora noche. Aquí me encuentro, apoyando mi barbilla sobre las rodillas y pensando, con melancolía, que la vida sigue siendo una inalterable monotonía de eventos. Estoy esperando a que las vías me regalen una historia ajena a mí o, mejor, que alteren el ordinario acontecer de mi vida.
Unos golpes en la ventana me despiertan de mi ensoñación. Parece como si alguien hubiese golpeado el cristal, llamándome. Una nueva historia, quizás. Abro la ventana para mirar pero no hay nadie fuera. Desilusionado me dirijo hacia el comedor y, mientras camino, un fuerte golpe hace que mi corazón se encoja. He debido dejar la ventana entreabierta. Ahora huele a sal y arena. Una nueva ráfaga, esta vez más fuerte, recorre la habitación hasta el punto en que me encuentro y, como si se tratará de un cuerpo, me coge entre sus mediterráneos brazos y acaricia mis labios con esa mezcla de sol, arena y sal. “Vaya –pienso -seguro que mueve aviones”. Y le dejo entrar porque, al fin y al cabo, resulta ser un ENCANTO. Quizás este otoño sea completamente distinto al resto, quizás este otoño sea el primer otoño del resto de mi vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus letras me han hecho abrir la ventana y esperar los olores ... esos olores que espero me traigan ilusión y no desengaño ... De momento, los olores se quedan en el Albaicín, en el Sacromonte y no vienen por aquí ...
Besotes,
MIGUEL.-

Cristina dijo...

Sencillamente precioso y más si lo acompañas de esa deliciosa canción que tanto dice sobre el lado más velado de tu relato.

Yo se lo que sientes, yo siento contigo.

¿Quién puede decir que esto no es hermoso?:

Sleepless nights you creep inside of me paint your shadows on the breath that we share.
You take more than just my sanity, you take my reason not to care.
No ordinary wings I’ll need, the sky itself will carry me back to you.

The time that I’ve taken I pray is not wasted.
Have I already tasted my piece of one sweet love?
Ready and waiting for a heart worth the breaking.

Savor the sorrow to soften the pain sip on the southern rain
As I do, I don’t look, don’t touch don’t do anything, but hope that there is a you...

Besos, besos

La Petra de Cuenca dijo...

Cuando menos lo esperas la vida te regala cosas que parecen increibles.Ahora que la ventana está abierta seguro llega con una nueva oportunidad que permite despertar todos los sentidos para disfrutar y vivir un otoño completamente distinto.

Muchos besos y que te voy a decir que no sepas.Que te quiero un montón.

Raúl Navarro dijo...

Hola a todos!!!
Miguel, deja abierta esa ventana que llegarán. Si no vienen desde la Alhambra o alrededores, vendrán de otro sitio. Besos.

Cristina!!!. Siempre atenta a los detalles. La verdad es que (aunque esté mal que yo lo diga), la entrada es más bonita por lo que se cuela entre líneas. Los momentos de felicidad traen esas cosas. Espero que quien deseo que lo reciba lo haya hecho. Besos.

Petrilla....pues habrá que hacerlo realidad. Besos

Vaya, vaya, he pasado de un tono gris en la anterior historia a tonos pastel, aunque ahora puedo permitírmelo.

Seguiré informando.