4 de noviembre de 2010

Se ha escrito un (micro) crimen


Hace un mes que me uní a un club de lectura sobre novela criminal y como actividad nos han pedido participar de la elaboración de una micronovela que escribiremos entre todos los miembros. El punto de partida para dicho relato (Se ha escrito un microcrimen) fue el siguiente: 

Era tarde de viernes en la biblioteca y, por fortuna para Mila, más tarde que viernes. Media hora, y  podría dar la bienvenida al ansiado descanso del becario, cien veces más merecido que el del guerrero.
Un último esfuerzo, se dijo. Disimula. Finge que no tienes ganas de mandarlos a la mierda. A ellos y a sus  novelas negras como la mierda.
Mientras  prodigaba maldiciones gitanas a todos los miembros del último Club de lectura en abandonar el edificio, Mila ensayaba su mejor sonrisa falsa y empujaba su carrito repleto de bodrios en dirección a su despacho, pensando amargamente que, aparte de para estar más explotada que Kunta Kinte, haber logrado ser la primera de su promoción, únicamente le había servido para batir el récord mundial de insultos por segundo. Lástima que no hubiese forma de demostrarlo, su madre estaría la mar de orgullosa.
No obstante, dudo sinceramente que exista titulación, o serie televisiva, capaz de prepararte para lo que la buena de Mila encontró esa tarde. O si no, listillo, dime, ¿qué harías si, tras regresar al aula  donde despachaste, hace  apenas quince minutos, a los amantes del crimen literario, te topases con un cadáver?

Me ha tocado a mí continuarlo y aquí os dejó la continuación. 

El cadáver, de sexo femenino, fue encontrado por Mila en el ladies’ room (como a ella le gustaba llamarlo). Su cuerpo yacía boca arriba junto a un busto de Cervantes de cuya nariz se desprendían gotas de sangre que caían sobre la gran mancha roja que nacía de la cabeza de la muerta.  Una mancha que ya había rodeado por completo una copia de la tercera parte de la trilogía Millenium y que ahora se dirigía hacia el marca páginas con la novela “Fin” de Monteagudo que la mujer sostenía sobre su mano derecha.
Mila observaba todos aquellos detalles con estupor. Sin embargo, recordando la máxima de su adorada Amelie Nothomb («Si un invitado muere repentinamente en tu casa, sobre todo no avise a la policía. Usted será el primer sospechoso»), abandonó el baño, recogió su bolso del mostrador de préstamos, se puso su abrigo, apagó las luces de la biblioteca y cerrando las puertas de entrada tras de sí pensó que mejor sería que fuera otro, mañana, quién tuviera que dar explicaciones. Al fin y al cabo había quedado con aquel chico que conoció por Internet y no pensaba faltar a su cita por nada del mundo. 

Ahora os animo a que lo sigáis en: www.casasahorcadas.blogspot.com. Un blog que tiene, por cierto, un logotipo estupendo

4 comentarios:

La Petra de Cuenca dijo...

Qué intriga!! Esto promete a ver en que depara al final.
Esperemos que se mantenga el logotipo es auténtico.

Muchos besos.

Cristina dijo...

Bueno, lo seguiremos porque tiene muy buena pinta, pero nos has dejado colgados con la historia anterior. Que conste que no me he olvidado del barrendero y del congelador, o acaso tienen relación ambos relatos?
Jeje, que se te acumula la faena...
Muy buena idea la de entrar en ese club, te felicito y te animo a seguir, y espero que nos vayas poniendo al día de tus avances.
Un besote.

Anónimo dijo...

Bibliotecas, clubes de lectura, cadáveres... qué os gusta un misterio. Tiene buena pinta. Espero poder seguir, con o sin logo! Besoteeeee!! ;-)

Jesús. dijo...

Me gusta la idea, seguiré el relato a ver como se va desarrollando. Saludos.