17 de abril de 2009

San Diego


Un día suena el despertador y te levantas en la habitación de siempre, en la ciudad de siempre. Ese mismo día coges un avión que te lleva a diez mil kilómetros de distancia cruzando tres usos horarios. Cuando vas a acostarte descubres que aquéllos a quienes en unos días añorarás están despertando para ir a sus trabajos y hacer sus tareas. Te duermes aún cuando tu cabeza te dice que ahora comenzarías a estar activo. Cuando te levantas a las seis de la mañana, preparas un café con más agua que café. Tu primer café americano desde el 2007. Descorres las persianas de la terraza y te quedas mirando los elevados edificios que rodean tu hotel. El sonido de la cafetera te devuelve a la habitación y cuando la apagas enciendes el televisor. En pantalla un guapísimo médico enfundado en su “scrub” azul habla sobre la sexsomnia y advierte a los estadounidenses de los peligros del sexo durante la fase Rem. El doctor te recuerda a algún actor porno de Falcon Studios y mientras rememoras alguna que otra escena realizan una vasectomía en directo, sin cirugía. Viertes el café en un vaso mientras lees que procede de Seattle, la capital mundial del café reza el paquete, y te preguntas qué habrá ocurrido con Colombia. Terminas haciendo flexiones sobre la moqueta de la habitación para después de un ducha bajar a desayunar y comenzar una sesión maratoniana de conversaciones poco trascendentes, exposiciones de comunicaciones, y los primeros recorridos por la ciudad. Llega la hora de comer y los tuyos están casi a punto de irse a dormir. La tarde es algo fría pero magnífica para pasear, ir de compras y conocer algunas de las enormes y limpias calles distribuidas en nueve avenidas como una cuadrícula perfecta. Te extrañas de lo respetuosos que son los conductores con los peatones y compruebas que en contra de la creencia general, las compras en Estados Unidos no son más baratas aunque tu moneda sea más fuerte. Llegas cansado al hotel, pues tu cerebro te sigue diciendo que ya hace horas que deberías estar durmiendo. Te tumbas sobre la cama y piensas que esta ciudad no tiene nada especial. Algunos de sus edificios son imponentes, todo parece recién construido y es un lugar agradable para vivir. Sin embargo, de no ser por el extraño acento de sus habitantes, la buena organización urbanística y las gigantescas camas del hotel, crees que podrías estar en la tan hortera pero humana Benidorm. Recuerdas los diez mil kilómetros y suplicas entre dientes que San Francisco sea mejor.

3 comentarios:

Cristina dijo...

Es sorprendente cómo hasta en la desincronización espacio-temporal se puede seguir sincronizando espiritualmente. Precisamente así te imaginaba, enmarcado en un contexto similar y experimentándolo tal cual lo haces.

Disfruta la vivencia, mejor o peor que Benidorm o que San Francisco, ya es un privilegio estar allí.

Y, por supuesto: ¡¡¡FELICIDADES CUMPLEAÑERO!!!

Un abrazo enorme.

La Petra de Cuenca dijo...

Creo que todo sería diferente si el viaje fuera de placer y fueras con tú gente.Por eso sólo desearte que San Francisco sea mejor y puedas disfrutar al menos un poquito.

Muchas Felicidades y que pases un bonito día.

Besos.

Jesús. dijo...

Disfruta (seguro que lo estás haciendo) yo eso del jet-lag (¿se escribe así?) lo llevaría fatal, seguramente San Francisco sea más divertido. Ya nos contarás a la vuelta. Un abrazo, nos vemos.