El último aliento de Antonio abandonó su
cuerpo entre las tinieblas de la luz del atardecer que dejan paso a la
noche. Petra, que había sido su mujer durante 30 años, emitió un sonoro suspiro de alivio.
Habían pasado casi cinco meses desde que
comenzó a subir la dosis de la medicación de su marido para provocarle un ataque
al corazón. Lo cierto es que Antonio nunca la trató mal, simplemente no la trato de ningún modo. Su matrimonio, como el de otra mucha gente, se había alimentado de la rutina y de los que dirán.
Petra soportó aquella situación asida a un recuerdo. Un verano hace años, después de llevar casada cinco, bailó con la
persona a la que había amado desde entonces. Después de aquello guardaron su
pequeño secreto y su relación consistió en unas cuantas miradas furtivas y
notas escritas en los recibos de la carnicería. Habían pasado 30 años desde aquel primer y último baile pero, a pesar de haber transcurrido de forma lenta, la vida de provincias seguía regida por principios propios de otra época para la gente de la capital.
Pintó sus labios mientras
sonreía pensando: “a rey muerto, rey puesto". Salió de casa y cruzo la
plaza del pueblo para tocar el timbre de aquella otra puerta que siempre observa tras los visillos de su cuarto de estar. Estaba nerviosa. Se había puesto el vestido que lucía aquel verano, su cuerpo había cambiado desde entonces pero nada que unos pequeños arreglos pudieran maquillar. Tras unos segundo que le parecieron minutos, la puerta se abrió y tras ella apareció la sonrisa de otra mujer
que le decía: “por fin has llegado”.
*Versión corregida y ampliada del microrelato que presenté al concurso de microrelatos de Barajas de Melo.
2 comentarios:
Excelente,me encanta. De nuevo un placer leer y volver a leer tus micro relatos. Ves pensando un cuento,una historia...lo q mas te apetezca xq creo q somos muchos los q nos quedamos con buen sabor de boca cuando los leemos. Besos
Muchas gracias Ali. Un beso.
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