21 de noviembre de 2013

Huir


En esta ocasión sus padres se habían esmerado más que en ninguna otra ocasión. Encontró su vieja manta dentro de la caja donde su madre guardaba el vestido de novia. Pensó que si sus padres volvían a descubrir que había recuperado la manta que le acompañó durante sus primeros años de vida, terminarían tirándola al contenedor. De hecho, en más de una ocasión había visitado, a escondidas, el contenedor frente a su casa. 

Tenía 8 años y no era capaz de entender por qué, de pronto, sus padres decidieron que ya era hora de cortar aquel lazo con su infancia. Suponía que dicha decisión estaba relacionada con aquellas pequeñas crisis que sucedían cuando no encontraba su manta antes de ir a dormir. Era más que probable que lo ocurrido durante aquel último viaje a Barcelona, suspendido a los dos días de esta allí, tuviera algo que ver. Fueron tantos los gritos y lamentos, y también las quejas de los otros huéspedes del hotel, que regresaron a casa apresurados, avergonzados. 

¡Ya eres mayor para dormir agarrado a esa manta!-sentenciaban sus padres. Pero él no entendía sus reacciones ante su deseo de conservarla. Les había tratado de explicar que era una manta mágica, que le proporcionaba seguridad, consuelo, tranquilidad. Y además, con ella podía volar. ¡Mamá! ¡Papá!, con ella puedo volar-gritaba mientras recorría el pasillo imitando a Superman. Pensaba que si sus padres no la habían tirado al contenedor era porque en el fondo sabían que la manta tenía poderes. Pero para evitar que eso pudiera llegar a ocurrir lo mejor sería huir con ella a algún otro sitio.

Salió de la habitación de sus padres con mucho cuidado para que no le oyeran. Pasó por delante del salón donde sus padres parecían ensimismados mirando una de sus viejas películas en blanco y negro. Abrió la puerta sin hacer ruido y con su manta atada al cuello se dirigió hacia la azotea del edificio. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un relato que enternece y conmueve desde el principio hasta el final. No dejándote indiferente en ningún momento.
Esa manta que lo cura todo y a la vez puede ser tan traicionera....Bendita inociencia!!

Verónica