Siempre me he preguntado quién pone los nombres de las calles, quién los decide. He oído que cuando hay nuevas calles que nombrar porque se han construido nuevas urbanizaciones pueden llevarse a cabo concursos públicos con los que elegir los nombres. No sé en que localidad madrileña una vez ganó por mayor número de votos la opción de poner nombres de videojuegos a las nuevas calles: Calle Final Fantasy XVIII, Calle Supermario Bross, Calle Pacman, Calle Tetris, etc. Creo que, aunque la votación popular dio por buena esta opción, finalmente una ordenanza municipal derogó tal posibilidad. En un nuevo barrio de Aranjuez las calles reciben el nombre de distintos países: Calle Argentina, Calle Alemania, Calle Tailandia, etc. La verdad es que existen múltiples posibilidades, unas más curiosas que otras.
Aquí en Londres las elecciones de algunos de los nombres también son curiosas: Red Pepper Street, King Road, Fisherman Avenue y así hasta el infinito. A mi me gusta especialmente Love Walk. Una estrecha calle no muy lejos de mi casa. No tiene nada de espectacular, ni siquiera tiene alguna vegetación que llame la atención, pero me gusta el nombre. Pensé en inventar una historia sobre por qué se le puso ese nombre pero, cuando iba a hacerlo, me he dejado llevar por el olor de la comida que se cocinaba en una pequeña cafetería que recibe el mismo nombre que la calle y me he comido una hamburguesa de pechuga de pollo con aguacate la mar de rica. La verdad es que, a veces, el amor te quita el hambre, puede que el nombre de la calle cobre sentido en esa expresión.