En un pequeño bol con dibujos
infantiles coloca doce uvas, una por cada paisaje evocado del año que llega a
su fin. Coge del frigorífico una botella de champagne que guardaba para una
ocasión especial. Dirige sus pasos hacia el comedor en el que se oye el ruido
que produce el televisor. Las imágenes muestran una plaza llena de gente que
canta y baila agarrando botellas de alcohol mientras una presentara rubia
acompañada de dos cocineros famosos tratan de hacerse oír por encima del griterío
de aquella masa informe. Las tres figuras parecen, a cara vista, salidas de un
anuncio de Signal. No sabe si se estará volviendo un cínico pero piensa que, a
cara oculta, todo será un poco distinto. Siente envidia de la gente que hay en
la plaza. Le hubiera gustado ir pero le agobian las multitudes y en el último momento siempre lo pospone para el próximo año.
Una vez más se encuentra frente
al televisor esperando las campanadas. Este año es distinto a aquellos en los
que todo era más fácil. Esta noche nadie parece acomodarse a sus pasos. Quedan
cinco minutos para la media noche. En la puerta de entrada suena el timbre.
Dirige sus pasos hacia allí volviendo la vista hacia el televisor como temiendo
perderse algo. Creí que ya no llegabais -le dice a las figuras que se
encuentran tras la puerta. No nos lo podíamos perder –le responden. En el salón
toman asiento, recogen sus uvas, hacen bromas sobre sus recipientes y esperan
la primera campanada. Al final, medita, va a ser verdad eso de que los chulos pasan pero los amigos quedan.
Sonríe viendo como luchan contra el reloj para comerse todas las uvas. Mientras
él hace lo mismo piensa que el próximo año seguirá intentándolo, intentará
encontrar lo bueno.
Feliz 2014